Soledad.
Soledad.
Por Angel Vieyra.
Nuevamente la soledad me hace compañía.
Cansado estoy de una y otra vez sentir
desmoronarme y escribir textos de tristeza. Tan feliz que me siento cuando una
musa me hace escribir, aunque carezca de su amor o interés, por lo menos me
siento un poco mejor, pero esta noche es una más, una noche solitaria que me
envuelve, me abraza y me acoge con esa tonalidad azul, oscura y fría, mientras
me canta una canción de melancolía y me dice que no será para siempre, aunque
ya una eternidad llevo contada desde la última vez que sentí calor y vi la
verdadera luz del día.
La soledad se vuelve aplastante, cómo tener
los ojos vendados y encontrarse sumergido en el fondo del vasto océano, en la
parte más oscura donde no hay rayo de esperanza. Presionando tu pecho a cada
momento, te arrebata hasta el último aliento de tu ser, el último aire de tus
pulmones, para llenarlos de sí misma, para recorrer tu cuerpo a su antojo y ser
una contigo.
La soledad es tan envidiosa que borra
cualquier rastro que pudiera haber dejado aquella dama, para ser única en tu
vida, para atraparte y no dejarte ir, para que sólo fluyas en su corriente
hasta que se aburre de ti.
Náufrago me siento en este mar inmenso, que
solo me arrastra hasta lo más lejano, hasta lo más profundo, yo que ya aprendí
a respirar bajo el agua, que, aunque doloroso, el sufrimiento no me ha dejado
muerto hasta ahora.
Solamente deseo aquella esperanza que me
devuelva a la superficie, una marea que me arrastre a la orilla, que caliente
mi alma y me regrese a la vida una vez más. Pero no es así como termina la
historia de un bohemio, sólo consigo el consuelo la luna triste que me acaricia
suave con su luz blanca y tersa, para después olvidarme y perderme por una
última vez.
2da Progresión – 5.
Comentarios
Publicar un comentario